Una carrera, un gato, el tiempo… la música
Viviana Reina Jorrin (journalist)
Opus Habana
26/11/ 2016 (Cuba)
http://www.opushabana.cu/index.php/noticias/72-noticias-musica/5022-una-carrera-un-gato-un-juicio-el-tiempo-la-musica?highlight=WyJ1bmEiLCJjYXJyZXJhIiwidW4iLCJnYXRvIiwidW5hIGNhcnJlcmEiLCJ1bmEgY2FycmVyYSB1biIsImNhcnJlcmEgdW4iLCJjYXJyZXJhIHVuIGdhdG8iLCJ1biBnYXRvIl0=
26/11/ 2016 (Cuba)
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Con el concierto Alicia «Cantata en 7 cuadros» culminó, el domingo 20 de noviembre en la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba, el XXIX Festival de Música Contemporánea de La Habana —que tuvo lugar del 12 al 20 de noviembre. Organizado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y el Instituto Cubano de la Música, este evento contó con la participación de disímiles compositores, intérpretes y público cautivo de este tipo de sonoridades. Esta edición del Festival de Música Contemporánea de La Habana, según palabras de su presidente, Guido López Gavilán, «ha sido la más amplia celebrada hasta el momento».
Una carrera, un gato, un juicio, el tiempo… la música, una dimensión otra que nos permitió viajar, junto a Alicia, al país de las maravillas. Gracias a un eterno sueño mañanero —propiciado por la compositora Ailem Carvajal, la narración del maestro Roberto Valera y la conmovedora conjunción del Coro Diminuto y su directora Carmen Rosa López— niños, músicos y seguidores de las nuevas sonoridades contemporáneas se unieron para compartir, el domingo 20 de noviembre, la última jornada del Festival de Música Contemporánea de La Habana. Una edición que, según palabras de su presidente, Guido López Gavilán, «ha sido la más amplia celebrada hasta el momento».
Organizado por la Asociación de músicos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y el Instituto Cubano de la Música, del 12 al 20 de noviembre, este evento mantuvo las calles habaneras inmersas en un continuo ir y venir de ruidos, colores y texturas. En consonancia, la inauguración marcó el ritmo a seguir por lo que la Basílica Menor de San Francisco de Asís, el sábado 12, se colmó de disímiles obras compuestas por Harold Gramatges, Alfredo Diez Nieto, Wilma Alba Cal, Albert Roussel (Francia), José Víctor Gavilondo, Ernesto Oliva, Ily Matthew Maniano (Filipinas), Alejandro García Caturla, Yalil Guerra y Guido López Gavilán.
Una vez trazado el camino, cada día estuvo marcado por la intensidad de la entrega musical. Desde temprana hora en la UNEAC, los coloquios permitieron intercambiar experiencias y puntos de vista con creadores de Estados Unidos, Alemania y Puerto Rico, por solo citar algunos ejemplos. Entrada la tarde, tras el necesario descanso, comenzaba el peregrinar por las salas de concierto que en esta ocasión no solo tuvo su centro en la Casa de las Américas, el Teatro Nacional de Cuba o la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC. Aquellos admiradores del Centro Histórico de la Ciudad pudieron disfrutar del paseo por las antiguas calles antes de llegar a la Basílica, el Oratorio San Felipe Neri, la sala Gonzalo Roig del Teatro Lírico, el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes y el Centro Hispanoamericano de Cultura.
Cada programa tuvo como denominador común el interés por hacer coincidir diversas generaciones y propuestas musicales a la hora de abordar la música contemporánea. No por ser nueva su trayectoria, los jóvenes dejaron de sorprender con obras como Homenaje a Piazzola (Wilma Alba Cal, Cuba), Escenas Stravinskyanas (José Victor Gavilondo, Cuba) y El viejo y el mar (Marius Díaz, Colombia), entre otras muchas. Mientras que los ya experimentados llevaron de la mano al público a través de piezas como Indígena de Tania León, La conga de Roberto Valera, Cimarrónde Alfredo Diez Nieto, Juego y rejuego 2 y 3 de Juan Piñera, The freedom eagle de Yalil Guerra y Caturla, la Muerte y la Vida de López Gavilán. También en la selección de las obras se recordó a entrañables compositores como Alejandro García Caturla, Harold Gramatges y César Pérez Sentenat.
En igual medida es imposible dejar a un lado la entrega ferviente de los intérpretes, imprescindibles en la concepción final de las obras. Sobre ellos el público debe atesorar magníficos instantes, ejecutados con la seguridad y destreza del piano de Cecilio Tieles, las violas de Mara Tieles y Anolan González, el cello de Alejandro Martínez, y otros tantos músicos que en este Festival defendieron cada partitura con total devoción.
Tras la última nota, los aplausos colmaron la sala Avellaneda. Cómplices todos los presentes, el lobby se convirtió en espacio del nostálgico intercambio final entre amigos, colegas, profesores, alumnos y público. Momento de aparente despedida que abre las puertas —hasta el año próximo— a un nuevo ciclo para la música contemporánea en La Habana.
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Una carrera, un gato, un juicio, el tiempo… la música, una dimensión otra que nos permitió viajar, junto a Alicia, al país de las maravillas. Gracias a un eterno sueño mañanero —propiciado por la compositora Ailem Carvajal, la narración del maestro Roberto Valera y la conmovedora conjunción del Coro Diminuto y su directora Carmen Rosa López— niños, músicos y seguidores de las nuevas sonoridades contemporáneas se unieron para compartir, el domingo 20 de noviembre, la última jornada del Festival de Música Contemporánea de La Habana. Una edición que, según palabras de su presidente, Guido López Gavilán, «ha sido la más amplia celebrada hasta el momento».
Organizado por la Asociación de músicos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y el Instituto Cubano de la Música, del 12 al 20 de noviembre, este evento mantuvo las calles habaneras inmersas en un continuo ir y venir de ruidos, colores y texturas. En consonancia, la inauguración marcó el ritmo a seguir por lo que la Basílica Menor de San Francisco de Asís, el sábado 12, se colmó de disímiles obras compuestas por Harold Gramatges, Alfredo Diez Nieto, Wilma Alba Cal, Albert Roussel (Francia), José Víctor Gavilondo, Ernesto Oliva, Ily Matthew Maniano (Filipinas), Alejandro García Caturla, Yalil Guerra y Guido López Gavilán.
Una vez trazado el camino, cada día estuvo marcado por la intensidad de la entrega musical. Desde temprana hora en la UNEAC, los coloquios permitieron intercambiar experiencias y puntos de vista con creadores de Estados Unidos, Alemania y Puerto Rico, por solo citar algunos ejemplos. Entrada la tarde, tras el necesario descanso, comenzaba el peregrinar por las salas de concierto que en esta ocasión no solo tuvo su centro en la Casa de las Américas, el Teatro Nacional de Cuba o la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC. Aquellos admiradores del Centro Histórico de la Ciudad pudieron disfrutar del paseo por las antiguas calles antes de llegar a la Basílica, el Oratorio San Felipe Neri, la sala Gonzalo Roig del Teatro Lírico, el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes y el Centro Hispanoamericano de Cultura.
Cada programa tuvo como denominador común el interés por hacer coincidir diversas generaciones y propuestas musicales a la hora de abordar la música contemporánea. No por ser nueva su trayectoria, los jóvenes dejaron de sorprender con obras como Homenaje a Piazzola (Wilma Alba Cal, Cuba), Escenas Stravinskyanas (José Victor Gavilondo, Cuba) y El viejo y el mar (Marius Díaz, Colombia), entre otras muchas. Mientras que los ya experimentados llevaron de la mano al público a través de piezas como Indígena de Tania León, La conga de Roberto Valera, Cimarrónde Alfredo Diez Nieto, Juego y rejuego 2 y 3 de Juan Piñera, The freedom eagle de Yalil Guerra y Caturla, la Muerte y la Vida de López Gavilán. También en la selección de las obras se recordó a entrañables compositores como Alejandro García Caturla, Harold Gramatges y César Pérez Sentenat.
En igual medida es imposible dejar a un lado la entrega ferviente de los intérpretes, imprescindibles en la concepción final de las obras. Sobre ellos el público debe atesorar magníficos instantes, ejecutados con la seguridad y destreza del piano de Cecilio Tieles, las violas de Mara Tieles y Anolan González, el cello de Alejandro Martínez, y otros tantos músicos que en este Festival defendieron cada partitura con total devoción.
Tras la última nota, los aplausos colmaron la sala Avellaneda. Cómplices todos los presentes, el lobby se convirtió en espacio del nostálgico intercambio final entre amigos, colegas, profesores, alumnos y público. Momento de aparente despedida que abre las puertas —hasta el año próximo— a un nuevo ciclo para la música contemporánea en La Habana.
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